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Consciencia

La existencia existe, y el acto de comprender esa afirmación implica dos axiomas corolarios: que algo existe que uno percibe, y que uno existe poseyendo consciencia, consciencia siendo la facultad de percibir lo que existe.

Si nada existe no puede haber consciencia: una consciencia sin nada de lo que ser consciente es una contradicción. Una consciencia consciente sólo de ella misma es una contradicción: antes de poder identificarse como consciencia, tuvo que ser consciente de algo. Si lo que alegas percibir no existe, lo que posees no es consciencia.

Sea cual sea el grado de tu conocimiento, estos dos – existencia y consciencia – son axiomas que no puedes escapar, estos dos son los puntos de partida irreducibles en cualquier acción que emprendas, en cualquier parte de tu conocimiento y en su totalidad, desde el primer rayo de luz que percibes al inicio de tu vida a la más vasta erudición que puedas adquirir a su término. Conozcas la forma de una piedra o la estructura de un sistema solar, los axiomas permanecen los mismos: que ello existe y que tú lo sabes.

Existir es ser algo, a distinguir de la nada de la no-existencia, es ser una entidad de una naturaleza específica hecha de atributos específicos. Siglos atrás, el hombre que fue – no importan sus errores – el mayor de vuestros filósofos, estableció la fórmula definiendo el concepto de existencia y la regla de todo conocimiento: A es A. Una cosa es ella misma. Nunca habéis comprendido el significado de esa afirmación. Yo estoy aquí para completarla: Existencia es Identidad, Consciencia es Identificación.

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La consciencia es la facultad de darse cuenta de algo: la facultad de percibir lo que existe.

Ser consciente no es un estado pasivo, sino un proceso activo. En los niveles inferiores de consciencia, se requiere un complejo proceso neurológico para permitirle al hombre experimentar una sensación e integrar sensaciones en perceptos; ese proceso es automático y no-volitivo: el hombre es consciente de sus resultados, pero no del proceso en sí. En el nivel superior, conceptual, el proceso es psicológico, consciente y volitivo. En cualquier caso, el ser consciente se logra y se mantiene por medio de acción continua.

Directa o indirectamente, todos los fenómenos de la consciencia se derivan de uno dándose cuenta del mundo exterior. Algún objeto, es decir, algún contenido, está involucrado en cada estado de consciencia. La extrospección es un proceso de cognición dirigido hacia afuera: un proceso de captar algún existente (o algunos existentes) del mundo externo. La introspección es un proceso de cognición dirigido hacia adentro: un proceso de captar las propias acciones psicológicas en relación a algún existente (o algunos existentes) del mundo exterior, son acciones como pensar, sentir, recordar, etc. Es sólo en relación al mundo externo como las diversas acciones de una consciencia pueden ser experimentadas, comprendidas, definidas o comunicadas. Ser consciente es ser consciente de algo. Un estado de consciencia sin contenido es una contradicción en términos.

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Los conceptos axiomáticos primarios y básicos son “existencia”, “identidad” (que es un corolario de “existencia”) y “consciencia”. Uno puede estudiar lo que existe y cómo funciona la consciencia, pero no puede analizar (o “demostrar”) la existencia como tal, o la consciencia como tal. Éstas son primarias irreductible. (Un intento de “demostrarlas” se contradice a sí mismo: es un intento de “demostrar” la existencia por medio de la no-existencia, y la consciencia por medio de la inconsciencia.)

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La consciencia – para aquellos organismos vivos que la poseen – es el medio básico de supervivencia.

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La consciencia del hombre es su órgano vital menos conocido y más maltratado. La mayoría de la gente cree que la consciencia como tal es una algún tipo de facultad indeterminada que no tiene naturaleza ni identidad concreta y que, por lo tanto, no tiene requisitos, ni necesidades, ni reglas para ser usada de forma correcta o incorrecta. El ejemplo más simple de esta creencia es la predisposición de la gente a mentir o a engañar, a falsificar la realidad bajo la premisa de que «yo soy el único que lo sabrá» o «está sólo en mi mente», sin preocuparse de lo que eso le hace a la mente de uno, por los trastornos tan complejos y desastrosos que produce, sin dejar pistas, y del daño tan perjudicial que puede resultar.

La pérdida de control sobre la propia consciencia es la más aterradora de las experiencias humanas: una consciencia que duda de su propia eficacia está en un estado monstruosamente intolerable. Sin embargo, los hombres abusan, subvierten y matan de hambre a su consciencia de una forma que no se les ocurriría hacer con sus cabellos, sus uñas o sus estómagos. Ellos saben que esas cosas tienen una identidad específica y unos requisitos específicos, y que si uno quiere preservarlos debe peinarse, cortarse las uñas de los pies, y abstenerse de tragar veneno de ratas. Pero, ¿y la mente de uno? Oh, esa no necesita nada y se puede tragar cualquier cosa. O al menos eso es lo que cree la mayoría de la gente. Y siguen creyéndolo mientras se revuelven en agonía en el sofá del psicólogo, gritando que su mente los mantiene en un estado de terror crónico sin razón alguna . . .

El hecho es que la consciencia del hombre posee una naturaleza específica con necesidades cognitivas específicas, que no es algo infinitamente maleable, y que no puede ser retorcida, como un pedazo de masilla, para adaptarla a cualquier evasión privada o a cualquier «condicionamiento» público.

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Así como la existencia física del hombre fue liberada cuando él captó el principio de que «la naturaleza, para ser comandada, ha de ser obedecida», así también su consciencia será liberada cuando él capte que la naturaleza, para ser comprendida, ha de ser obedecida: que las reglas de la cognición deben ser derivadas de la naturaleza de la existencia, y de la naturaleza – de la identidad – de su facultad cognitiva.

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El sello distintivo de un místico es el rechazo salvajemente obstinado de aceptar el hecho de que la consciencia, como cualquier otro existente, posee identidad; que es una facultad de una naturaleza específica, funcionando a través de medios específicos. Mientras el avance de la civilización ha ido eliminando todas las áreas de magia, una detrás de otra, el último baluarte de los creyentes en cuanto a lo milagroso consiste en sus frenéticos intentos de considerar a la identidad como el elemento que descalifica a la consciencia.

La premisa implícita (aunque no admitida) de los neomísticos de la filosofía moderna es la noción de que sólo una consciencia inefable puede adquirir un conocimiento válido de la realidad, que el conocimiento «verdadero» debe no tener causa, es decir, debe ser adquirido sin ningún medio de conocimiento.

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Hay dos atributos fundamentales en cada estado, aspecto o función de la consciencia del hombre: contenido y acción; o sea: el contenido de la consciencia, y la acción de la consciencia con relación a ese contenido.

Estos dos atributos son el esencial Común Denominador Conceptual de todos los conceptos relativos a la consciencia.

En el nivel perceptual de consciencia, un niño sólo percibe, y realiza varios procesos psicológicos; su pleno desarrollo conceptual requiere que aprenda a conceptualizarlos (después de haber alcanzado una cierta fase en su desarrollo conceptual extrospectivo).

Para formar los conceptos de consciencia, uno debe separar la acción del contenido, en cada estado de consciencia específico, a través de un proceso de abstracción. Del mismo modo que, extrospectivamente, el hombre puede abstraer atributos de entidades, así, introspectivamente, puede abstraer las acciones de su consciencia desde su contenido, y observar las *diferencias* entre esas distintas acciones.

Por ejemplo (a nivel de adulto), cuando un hombre ve a una mujer andando por la calle, la acción de su consciencia es *percepción*; cuando se da cuenta de que es hermosa, la acción de su consciencia es *evaluación*; cuando siente un estado interior de placer y de aprobación, de admiración, la acción de su consciencia es *emoción*; cuando se detiene a mirarla y saca conclusiones, a partir de la evidencia, sobre su personalidad, edad, posición social, etc., la acción de su consciencia es *pensamiento*; cuando, más tarde, recuerda el incidente, la acción de su consciencia es *reminiscencia*; cuando especula que su aspecto mejoraría si su pelo fuese rubio en vez de castaño, y su vestido azul en vez de rojo, la acción de su consciencia es *imaginación*.

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En el ámbito de la introspección, los concretos – las unidades que son integradas bajo un solo concepto – son las instancias concretas de un proceso psicológico determinado. Los atributos medibles de un proceso psicológico son su objeto – su contenido – y su intensidad.

El contenido es algún aspecto del mundo exterior (o derivado de algún aspecto del mundo exterior) y es medible por los diversos métodos de medida aplicables al mundo exterior. La intensidad de un proceso psicológico es el resultado automáticamente resumido de muchos factores: su alcance, su claridad, su contexto cognitivo y motivacional, el grado de energía mental o esfuerzo requerido, etc.

No hay un método exacto para medir la intensidad de todos los procesos psicológicos, pero – como en el caso de la formación de conceptos de colores – la conceptualización no requiere el conocimiento de medidas exactas. Los grados de intensidad pueden ser medidos, y de hecho lo son, de forma aproximada, en una escala comparativa. Por ejemplo, la intensidad de una emoción de alegría en respuesta a ciertos hechos varía según la importancia de estos hechos en la jerarquía de valores de uno; varía según sea por comprar un traje nuevo, o conseguir un aumento del sueldo, o casarse con la persona que uno ama. La intensidad de un proceso de pensamiento y del esfuerzo intelectual requerido varía según el alcance de su contenido; es diferente cuando uno capta el concepto «mesa» o el concepto «justicia», cuando uno comprende que 2+2=4 o que e=mc2.

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Fuentes:

Discurso de Galt, La Rebelión de Atlas

«Conceptos de consciencia», Introducción a la Epistemología Objetivista

«El papel cognitivo de los conceptos», Introducción a la Epistemología Objetivista

«La Ética Objetivista», La Virtud del Egoísmo

Our Cultural Value-Deprivation”, The Objectivist, Abril 1966

«La dicotomía analítico-sintética», por Leonard Peikoff, Introducción a la Epistemología Objetivista

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Ayn Rand

Las falacias y contradicciones en las teorías económicas del socialismo han sido reveladas y refutadas repetidamente, tanto en el siglo XIX como en la actualidad. Esto ni paró a nadie ni parará a nadie hoy: no es una cuestión de economía, sino de moralidad. Los intelectuales y los así llamados idealistas estaban decididos a hacer que el socialismo funcionase. ¿De qué manera? Por el método mágico de todos los irracionalistas: de alguna manera.

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