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Sacrificio

«Sacrificio» no quiere decir el rechazo de lo inservible, sino de lo precioso. «Sacrificio» no significa el rechazo del mal en beneficio del bien, sino del bien en beneficio del mal. «Sacrificio» es la entrega de aquello que valoras en beneficio de lo que no valoras.

Si cambias un centavo por un dólar, no es un sacrificio; si cambias un dólar por un centavo, sí lo es. Si consigues la carrera que querías, tras años de esfuerzo, no es un sacrificio; si después renuncias a ella por el bien de un rival, sí lo es. Si tienes una botella de leche y se la das a tu hijo hambriento, no es un sacrificio; si se la das al hijo de tu vecino y dejas al tuyo morir, sí lo es.

Si das dinero para ayudar a un amigo, no es un sacrificio; si se lo das a un extraño indigno, sí lo es. Si le das a tu amigo una cantidad de dinero que puedas permitirte, no es un sacrificio; si le das dinero a costa de tu propia incomodidad, es sólo una virtud parcial, según este tipo de criterio moral; si le das dinero a costa de un desastre para ti mismo – esa es la virtud del sacrificio al máximo.

Si renuncias a todos tus deseos personales y dedicas la vida a tus seres queridos, no alcanzas toda la virtud: aún retienes un valor tuyo propio, que es tu amor. Si dedicas tu vida a extraños al azar, es un acto de mayor virtud. Si dedicas tu vida a servir a los hombres que odias – ésa es la mayor de las virtudes que puedes practicar.

Un sacrifico es la sumisión de un valor. Un sacrificio completo es la completa sumisión de todos los valores. Si quieres alcanzar la virtud total, no debes buscar ninguna gratitud a cambio de tu sacrificio, ni adulación, ni amor, ni admiración, ni autoestima, ni siquiera el orgullo de ser virtuoso; la menor traza de cualquier beneficio diluye tu virtud. Si persigues un curso de acción que no mancha tu vida con ninguna alegría, que no te aporta ningún valor en materia, ningún valor en espíritu, ninguna ganancia, ningún beneficio, ninguna recompensa – si alcanzas ese estado de cero absoluto, entonces has alcanzado el ideal de perfección moral.

Te dicen que perfección moral es imposible para el hombre – y, según este criterio, lo es. No puedes alcanzarla mientras estés vivo, pero el valor de tu vida y de tu persona se mide por cuánto consigas aproximarte a ese cero ideal que es la muerte.

Si empiezas, sin embargo, como un desapasionado nadie, como un vegetal buscando ser comido, sin valores que rechazar ni deseos a los que renunciar, no ganarás la corona del sacrificio. No es un sacrificio renunciar a lo que no se desea. No es un sacrificio dar tu vida por los demás si la muerte es tu aspiración personal. Para alcanzar la virtud del sacrificio debes querer vivir, debes amar, debes arder con pasión por este mundo y por todo el esplendor que puede darte – debes sentir cómo se retuerce cada cuchillo mientras desuella tus deseos fuera de tu alcance y desangra el amor de tu cuerpo. No es sólo la muerte lo que la moralidad del sacrificio te presenta como un ideal, sino la muerte por tortura lenta.

No me recuerdes que eso sólo se aplica a esta vida en la tierra. No me importa ninguna otra. Y a ti tampoco.

Si quieres salvar lo que te queda de dignidad, no digas que tus mejores acciones son un «sacrificio»: ese vocablo te califica de inmoral. Si una madre compra alimento para su hijo hambriento en vez de un sombrero para ella misma, no es un sacrificio: ella valora más al hijo que al sombrero; pero es un sacrificio para el tipo de madre cuyo mayor valor es el sombrero, quien preferiría que su hijo muriera de hambre y le alimenta solamente por un sentido del deber. Si un hombre muere luchando por su libertad, no es un sacrificio: él no está dispuesto a vivir como esclavo; pero es un sacrificio para el tipo de hombre que sí lo está. Si un hombre se rehúsa a vender sus convicciones, no es un sacrificio, a menos que sea el tipo de hombre que no tiene convicciones.

El sacrificio sería apropiado sólo para los que no tienen nada que sacrificar – ni valores, ni criterios, ni juicio – aquéllos cuyos deseos son caprichos irracionales, ciegamente concebidos y frívolamente cedidos. Para un hombre de talla moral, cuyos deseos nacen de valores racionales, sacrificio es inmolar lo correcto a lo incorrecto, lo bueno a lo malo.

El credo del sacrificio es una moralidad para el inmoral – una moralidad que declara su propia bancarrota al confesar que ella no puede proporcionarles a los hombres ningún interés personal en virtudes o valores, y que sus almas son sumideros de depravación que ellos tienen que aprender a sacrificar. Por su propia confesión, es impotente para enseñarles a los hombres a ser buenos y sólo puede someterlos a un castigo constante.

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Fuente:

«Discurso de Galt», For the New Intellectual (parte de La Rebelión de Atlas)

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Paul
Paul

Si, por ejemplo, califico que la vida de x persona vale mas que la mia y que su felicidad igual y no hago mucho para mantener mi vida y doy lo que poseo a x, estoy cometiendo sacrificio? O solo… Leer más »

Ayn Rand

Todas las tiranías han sido originadas, no con una maldad, sino con un propósito altruista: con el deseo de “hacer algo” por la humanidad. Cuando los hombres reconozcan que hacer cosas con otros y por otros es inapropiado e inmoral y sólo puede conducir a las más malvadas consecuencias, entonces la mayoría de los problemas de la humanidad estarán resueltos.

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