Los políticos dicen que crean puestos de trabajo, pero realmente no es así. O más bien, raramente crean puestos de trabajo productivos. El gobierno no tiene dinero propio. Lo único que hace es tomar recursos de un grupo y dárselos a otro. Los faraones podrían haber alegado que crearon trabajo cuando ordenaron construir las pirámides, pero piensa cuánto más ricos (y libres) habrían sido los egipcios si se les hubiese permitido perseguir sus propios intereses.
Son los individuos en el mercado quienes crean verdaderos puestos de trabajo, siempre que sus vidas y su propiedad estén protegidas por la ley.
La libertad económica es la clave. La teoría no puede ser más clara, y a estas alturas en la historia humana, no debería ser necesario repasar la abundante evidencia. Mira todos los índices que relacionan la libertad económica con el crecimiento económico. Las economías más sanas son las que disfrutan de mayor libertad económica. El desempleo es bajo en esos lugares: 3% en Hong Kong, 2% en Singapur, 5% en Australia.
Pero Estados Unidos está en noveno lugar, detrás de Canadá, y los países con menor libertad económica tienen pocos puestos de trabajo reales, y no tienen prosperidad.
Desafortunadamente, la mayoría de los políticos todavía no entienden – o no tienen ningún incentivo para entender – que la libertad económica, y por lo tanto menos gobierno, es lo que crea prosperidad. Bueno, quizás eso esté cambiando. Este año es la primera vez que oigo a tantos candidatos presidenciales hablar sobre el sector privado. De hecho, uno de los candidatos, el ex-gobernador de Nuevo México, Gary Johnson, me dijo que él no había creado “ni un solo empleo. . . . El gobierno no crea empleos».
La verdad es que tenemos tan pocos empleos hoy porque el gobierno es un obstáculo. Si soy un empleador, ¿por qué iría yo a contratar a alguien, cuando el Congreso y el Ministerio de Trabajo tienen tantas reglas que tal vez yo no pueda dimitir a esa persona si es incapaz de hacer el trabajo? ¿Por qué iría yo a arriesgarme con una inversión si las reglas que aún están por escribir sobre Obamacare [medicina socializada], sobre la regulación financiera y sobre el medio ambiente podrían convertir mi idea en un proyecto perdedor?
Yo arbitré un debate sobre si el gobierno crea o impide la actividad económica.
«El gobierno puede gastar y crear empleos», dijo David Callahan, co-fundador de Demos. «Si el gobierno toma la iniciativa y da dinero para estimular la contratación, lo que tendremos es más gente gastando dinero en esta economía, más empleo, y así echamos a rodar el círculo virtuoso».
Yaron Brook, presidente del Ayn Rand Institute, respondió:
«Es ridículo suponer que puedes quitarles dinero por la fuerza (con impuestos) a los que están trabajando y darles ese dinero a los que no están trabajando, y que eso de alguna manera genera actividad económica. Estás destruyendo tanto o más al quitárselo a los que están trabajando y produciendo».
Luego Callahan invocó la mágica palabra con “I”.
«Un sitio donde necesitamos más gasto público es en infraestructura. Ve conduciendo por cualquier carretera, cruza cualquier puente, y lo más probable es que veas deterioro. Hubo un panel bipartidista que dijo que necesitaríamos gastar dos billones de dólares o más en infraestructura».
«No pretendas hacernos creer que eso estimula la economía», Brook refutó. «Ese dinero tiene que venir de alguna parte, esos 2 billones que quieres gastar en infraestructura se los han quitado a la economía privada.»
«Eso no es verdad», dijo Callahan. «Veinte millones de puestos de trabajo fueron creados en la década de 1990, cuando los impuestos eran más altos que hoy. Y después de la Segunda Guerra Mundial, también un período de altos impuestos, hubo un crecimiento increíble del empleo».
Por lo visto, según la lógica keynesiana, la guerra puede estimular la economía.
«La Segunda Guerra Mundial fue el gran estímulo. … Ese tipo de crisis externa puede inyectar una gran cantidad de nuevo capital».
«Esa es una de las peores falacias en economía», dijo Brook. «Se la conoce como ´la falacia de la ventana rota´».
La falacia proviene de la historia que cuenta Frédéric Bastiat del niño que rompe una ventana, lo que lleva a algunos a creer que el tener que poner una ventana nueva estimulará una nueva onda de actividad económica. La falacia consiste en ignorar las cosas productivas que el comerciante habría hecho con ese dinero si no hubiera tenido que arreglar la ventana.
«La Segunda Guerra Mundial no hizo nada para promover el crecimiento de la economía», dijo Brook. «Detonar cosas no es un estímulo económico. La destrucción no conduce al progreso».
No esperes que la mayoría de los políticos aprendan eso pronto.
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por John Stossel, publicado el 28 de septiembre de 2011 en Jewish World Review
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